15 Jul PRUEBA EL HECHIZO
I. El tiempo cabalga y cabalga, siempre más deprisa, engullendo todo a su paso, sin mirar atrás. No espera, ni concede segundas oportunidades, recorre su camino y desgraciadamente no hay forma de amarrarlo, de decirle: quédate quietecito ahí.
El tiempo no conoce al reloj y hasta las cosas más sagradas como la familia, los amigos, los sueños o el trabajo, se evaporan tarde o temprano.
Por eso, aunque sea incontenible, necesitamos un lugar al que volver. Un punto de ancla. Un refugio. Ese lugar donde poder decir: aquí las cosas son como siempre serán, como siempre han sido.
Aunque sea mentira (eso qué más da). Se diría que, uno de esos lugares, es la fotografía.
II, A veces lo que uno necesita es ir a la montaña a pegar cuatro gritos guturales, sentirse pequeño y salvaje, mojarse los labios con el agua del río, y si el día acompaña, pisar un par de cacas para luego analizar, entre risas, si son de vaca o jabalí. Aunque, al rato de mirar, se suele llegar a la conclusión de que algún paisano cometió un error de principiante que es no ir cagado de casa. Por norma general, a la montaña se va a dar órdenes disfrazadas de consejos.
Cuidado con esa piedra que resbala.
Desciende en zigzag que es más sencillo.
Esa seta tiene pinta de ser venenosa.
Administra el agua que nunca se sabe.
En fin, las montañas de mis fotos siempre han estado ahí y no la supe ver hasta bien tarde. Pasa mucho eso con la felicidad, por ejemplo. Pasa también con los mocos y las legañas.
Volveremos.
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